Análisis Puppeteer

85
Un videojuego de plataformas que enamora por su espectacular escenografía, su oscura ambientación y la variedad en sus niveles.
Por Sergio Melero 4 octubre, 2013

Ya con un considerable recorrido en el mundo de las plataformas, el extravagante estudio de videojuegos Media Molecule hizo de su segundo intento en consolas portátiles un inolvidable videojuego. Recordaremos la experiencia que supuso LittleBigPlanet para PS Vita por su innegable carácter circense, su -en algunos momentos- asonante partitura musical y, a nivel global, porque todo giraba en torno al principal enemigo del juego: el Titiritero.

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Dadas las evidentes similitudes entre el videojuego que nos ocupa y el carisma de avance lateral que desprende la saga LittleBigPlanet, era inevitable trasladar dicho paralelismo al inicio del presente análisis. The Puppeteer (efectivamente, El Titiritero traducido a nuestro idioma) es una producción de gran carácter estético, atrevida propuesta jugable y oscura escenografía.

Y en su tétrica ambientación también reside uno de sus principales atractivos, en el que profundizaremos más adelante, poniéndose de manifiesto las referencias que Sony Japan Studio (de la mano de Gavin Moore) revela en cada nuevo nivel que logramos superar. Cojamos la cabeza de Tim Burton, hagamos un injerto perfecto con el tronco de Jim Henson y acoplemos al conjunto los brazos de Henry Selick: en un mundo de fantasía grotesca como el que se representa en el juego dicha aberración hubiera sido la responsable de The Puppeteer.

Como sucede en Sleepy Hollow, no nos hace falta contar con el miembro más importante del ser humano para llegar a convertirnos en una leyenda. Y esto es justo lo que le ocurre a nuestro particular protagonista; es más, se aprovecha de su situación para ataviarse con los más extraños artilugios como cabeza para sacarles el máximo partido. Tan sólo con esta asombrosa habilidad y el uso intensiva de las tijeras mágicas Calibrus, la derrota del malvado Rey Oso Luna sería posible.

Bajo esta sencilla premisa se presenta una aventura plataformera de avance lateral (y representación visual tridimensional) dividida en variados mundos, donde avanzaremos por inhóspitos castillos, recorreremos parajes de fantasía y nos colaremos en los más imprevisibles escenarios . Y lo que más nos llama la atención es que la acción se muestra bajo una escenografía teatral, decorada con los clásicos telones rojizos y ambientada por los gritos de sorpresa y los aplausos de un supuesto público que nunca veremos, pero que intuiremos a nuestras espaldas si disponemos de sonido 5.1 en nuestro salón.

Efectivamente, lo mejor de The Puppeteer reside en su espectacular apartado visual, que se hace posible gracias a una dirección artística envidiable, un motor de iluminación sabiamente utilizado y una paleta de color calibrada a la perfección para enfatizar el carisma de cada ambiente jugable. Pero, antes de ahondar en los gráficos de The Puppeteer, analicemos el apartado más importante de todo videojuego de plataformas que se precie.

Una de las principales apuestas de The Puppeteer reside en la jugabilidad. Del clásico plataformas rescata el avance lateral, la importancia del salto y la opción de utilizar diversos objetos (en este caso las diferentes cabezas que encontraremos en nuestra aventura) para superar una serie de desafíos y puzzles. Pero su principal apuesta reside en el uso de las tijeras gigantes.

Cuando consigamos dicho ítem, podremos movernos a través del escenario realizando cortes precisos, escalando a través de telas de diferentes materiales mientras realizamos piruetas y saltos imposibles, o superando abismos mientras avanzamos a tijeretazos entre la maleza. Además, dicha propuesta jugable encuentra sentido a muchos de los combates contra enemigos finales que nos encontraremos durante el juego, que llegan a resultar realmente espectaculares tanto por el tamaño de nuestros antagonistas como por su inspirado diseño.

En términos generales, y aunque determinadas ideas jugables resultan realmente satisfactorias y, a nivel de control, se hace más permisivo que LittleBigPlanet, muchos de los movimientos que realizaremos durante el juego carecen de dinamismo, se comportan de forma rígida ante nuestras acciones con el mando, y quedan lejos del placer que supone manejar los protagonistas de videojuegos de plataformas a la altura de Rayman Legends. Pese a ello, el singular uso de las cabezas (que nos desvelarán lugares ocultos en forma de fases de bonificación además de permitir diversas acciones), las rutas prefijadas que recorreremos a ritmo vertiginoso gracias al uso de nuestras tijeras, y la variedad de situaciones, siempre nos animarán a seguir jugando.

Además, el título se permite el lujo de obsequiarnos con poderes especiales a medida que superamos las distintas fases: utilizar la habilidad del escudo o los cuernos que harán temblar el suelo para hacer morder el polvo a los distintos generales del Rey Oso Luna es realmente divertido. El modo cooperativo nos permitirá que un segundo jugador maneje a la alada compañera del incansable Kotaru para investigar el escenarios y desvelar distintos objetos y lugares ocultos. Si optamos por el modo un jugador, dirijiremos a nuestro protagonista con el stick izquierdo mientras investigamos con el derecho, algo meramente anecdótico en comparación con la mecánica jugable del reciente Brother: A Tale of Two Sons.

Afortunadamente, pese a los defectos que acabamos de comentar, hay algo en The Puppeteer que sigue deslumbrando a cada paso: la variedad de ambientaciones y las distintas dinámicas en los jefes están tan inspiradas, que por sí solas justifican la superación de los mundos del juego. Una analogía más: dicha fascinación era el principal motor del sorprendente El Shadai: Ascension of The Metatron, aunque la monotonía jugable del título era evidente, cosa que sucede en contadas ocasiones mientras superamos los desafíos de The Puppeteer: niveles de avance lateral (y vertical), épicos enfrentamientos contra enemigos de todo tipo o momentos donde utilizamos diferentes vehículos son las principales culpables de la pluralidad del videojuego que nos ocupa.

Y, pese a que el juego nos hará caer en errores de cálculo, algunos escenarios presentan obstáculos difíciles de superar sin que te toque o los enemigos finales nos propinarán bastantes mamporros, el mecanismo jugable del título nos evitará muchas muertes. Cuando nos tocan se nos caerá una de nuestras cabezas (podemos llevar hasta 3) y si la recuperamos no se sanciona al jugador, con lo que podremos superar fases incluso habiendo recibido más de 10 impactos sin llegar a morir nunca. Esto gustará a algunos y cabreará a tantos otros, pero hoy por hoy es muy difícil contentar al cada vez más amplio público con el que cuenta la industria.
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The Puppeteer no parece un título que explote las características de PS3 hasta límites que solo alcanzan producciones como The Last of Us o Grand Theft Auto V. No obstante, el resultado visual en pantalla carece de defectos reseñables, juega con la iluminación como pocas producciones lo han logrado, y la representación de las distintas superficies que componen los escenarios está realizada con maestría.

Es por ello que Puppeteer, por medio de una dirección artística de alto nivel, enamora visualmente y sorprende en cada nuevo escenario que se forma (literalmente hablando) a nuestro paso como si de un escenario de teatro móvil se tratara. Los Mundos de Coraline, Pesadilla Antes de Navidad o Eduardo Manostijeras sirven como referencias estéticas de un videojuego cuya personalidad desborda entusiasmo por el arte de lo efímero, de lo quebradizo y lo grotesco.

Y es que la inspiración que demuestra The Puppeter en el mundo del teatro de marionetas, en el arte de las Sombras Chinescas o en la percepción de la realidad a través de seres inertes movidos por humanos (cuyo origen principal lo encontramos en el Bunraku japonés) es fascinante a la par que sorprendente. Y su representación alcanza la excelencia gracias al sobresaliente uso de la luz, que ambienta los escenarios haciendo tan importantes las cálidas zonas iluminadas como los múltiples recovecos del juego, cuya oscuridad se combina con reflejos de luces frías y texturas volumétricas de gran calidad.

En lo sonoro, el título nos obsequia con una gran partitura, muy a tono con el mundo de fantasía tenebrosa que representa, apoyada con unos efectistas sonidos y con una narración muy inspirada (localizada a nuestro idioma en la versión final). Aunque, volviendo al plano visual, es el conjunto gráfico del juego el que se sitúa a la altura de los más grandes, compitiendo directamente con maravillas como LittleBigPlanet 2 a la vez que reivindica el género de las plataformas de avance lateral como un mecanismo de expresión visual perfecto para dejar totalmente anonadado al respetable. Rayman Origins y Legends hace algún tiempo que pertenecen al club.

La asombrosa carrera de SCE Japan Studio nos ha dejado grandes títulos, y también con las ganas de disfrutar de The Last Guardian durante esta -ya renqueante- generación. Afortunadamente, PS3 cuenta en sus últimos meses de vida con el total apoyo de Sony, cuyos exclusivos han elevado la calidad del catálogo de la consola hasta un nivel difícil de igualar.

La ambición de juegos como The Last of Us y la prometedora factura de producciones a la altura de Beyond: Dos almas, se complementan con el amor puesto en The Puppeteer, para bordar un año magnífico para la consola de Sony. Este último destila personalidad, belleza y buen hacer, apoyadas en una jugabilidad que, aunque cuenta con algunos defectos bastante destacables, nos mantiene pegados a la pantalla durante más de 12 horas de juego mediante un desfile escenográfico variado y exuberante a nivel estético.

85
Jugabilidad: 7.5
Gráficos: 9.5
Sonido: 9
Satisfacción: 8

Análisis

The Puppeteer es un gran videojuego, cuyo principal aliciente reside en su apartado gráfico y en su total capacidad de fascinar al jugador. El dinamismo interactivo no es tan fluido como hubiésemos deseado, aunque cuenta con buenas ideas, sobre todo en los espectaculares enfrentamientos finales, en el diseño de sus escenarios y en la combinación de distintas rutinas de control. El hecho de que se lance a precio reducido, incluso en formato físico, es una razón más para pensar en la adquisición de un título que, por méritos propios, se está ganando el corazón tanto de la prensa como del público allá por donde va.