Análisis Ducktales Remastered

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El Tío Gilito reaparece 20 años después con las mismas ganas de amasar fortuna y de coleccionar tesoros
Por Jordi Tudela Alcacer 19 agosto, 2013

Corría el año 1989 cuando Disney decidió llevar a su estrella más adinerada, ScroogeMcPato, al incipiente mercado de los videojuegos. En esos tiempos, Patoaventuras era la gran sensación del entretenimiento infantil en televisión y millones de niños y niñas de todo el mundo conocían las aventuras de un pato avaro conocido como Tío Gilito (Tío Rico en Latinoamérica) y sus tres sobrinos: Juanito, Jorgito y Jaimito (o Hugo, Paco y Luis en Latinoamérica). Así, la compañía americana no quiso desaprovechar esa fama y encargó a Capcom el desarrollo de un juego de plataformas que vio la luz primero en la Nintendo Entertainment System y, posteriormente, en GameBoy.

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Ahora, 24 años después, Disney ha apostado por relanzar el juego remasterizado y en HD. No es ningún secreto que lo retro está de moda y el gigante americano no está dispuesto a dejar pasar la ocasión: el Tío Gilito vuelve a las andadas, y lo hace con el mejor aspecto que haya tenido nunca. A partir del 14 de agosto, lo más nostálgicos podrán recordar su infancia con un título que recupera el estilo de los ochenta con el aspecto del siglo XXI.

El punto de partida del juego nos lleva al momento en el que los Golfos Apandadores intentan asaltar la caja fuerte de nuestro avaricioso protagonista. En una breve operación de salvamento que nos servirá como tutorial lograremos frustrar sus intenciones y, tras unas breves pesquisas, descubriremos que su auténtico objetivo del asalto era una lista con la localización de cinco grandes tesoros.

De un castillo encantado en Transilvania a los picos más altos del Himalaya, la eterna codicia de Scrooge McPato nos llevará a recorrer el mundo en su busca. Cada una de las localizaciones nos presentará con una breve historieta en las que redescubriremos a algunos de los míticos personajes de la serie y, así, viajaremos con Joe a unas antiguas ruinas Mayas, aterrizaremos en la Luna junto a Ungenio Tarconi y Fenton Crackshell o exploraremos unas minas africanas con Juanito, Jorgito y Jaimito. Por otro lado, también tenemos el regreso de dos grandes adversarios como Magica de Spell y Flintheart Glomgold que buscaran ponernos palos en las ruedas e impedir que nos hagamos con esos tesoros.

Ducktales HD nos lleva atrás en el tiempo en todos los sentidos. Estamos ante un juego de plataformas 2D que formó parte de la colección de títulos que establecieron los fundamentos del género y lo demuestra en su ejecución. Esencialmente, tomaremos el control de un personaje que puede mover a izquierda y derecha, saltar y agacharse. Luego, tiene un movimiento agresivo en el que salta sobre su bastón y le permite golpear con fuerza aquello que tenga debajo y otro movimiento en el que podemos pararnos frente a un objeto estático y darle un auténtico mazazo con nuestro cayado.

Los entornos son muy primitivos. Plataformas por las que movernos, falsas paredes que esconden rutas a tesoros escondidos, cadenas y cuerdas por las que escalar, terrenos puntiagudos que debemos evitar y caídas infinitas que acaban con nuestra vida. Todo esto plagado por una interesante diversidad de enemigos que esconden distintos patrones y habilidades que tratan de aportar cierta variedad.

Y hablando de la jugabilidad propia de los plataformas de los ochenta, tenemos los cofres que esconden gemas que se traducen en más dinero y regresa el contador de vida en forma de corazones, que se va vaciando a medida que recibamos agresiones y que podemos rellenar si encontramos pastelitos. Además, si perdemos todos los corazones, volveremos a la entrada de esa pantalla en particular y tendremos un contador junto a un icono del Tío Gilito que se va consumiendo y nos indica las veces que podemos reintentar esa zona. Si nos quedamos sin “Tíos Gilitos”, volveremos a la base de operaciones y deberemos volver a empezar esa zona de cero.

Lo que nos lleva a una de las características más interesantes de Ducktales, teniendo en cuenta que es un juego que salió en 1989. Siempre partimos de nuestra base de operaciones donde tenemos un macro-ordenador en el que podremos elegir qué zona ir a visitar y esto le resta algo de la linealidad típica de los juegos de esa época.

Además, en nuestra base tendremos acceso a una colección de arte en la que podremos desbloquear bocetos, pinturas y música con el oro que vayamos amasando en nuestras aventuras y también podremos entrar la cámara acorazada donde podremos saltar, como si de un trampolín se tratara, sobre todo nuestro dinero. Es algo totalmente accesorio pero no podréis resistir tiraros de cabeza cada vez que juguéis

Por otro lado, el hecho de que la jugabilidad siga siendo igual que la original resulta extremadamente limitante hoy en día. Estamos hablando de un juego destinado a los nostálgicos y a aquellos jóvenes que quieran explorar como se jugaba en consolas de 8 bits. Teniendo en cuenta los estándares de hoy en día, los patrones de los enemigos son simples y predecibles y las opciones que tenemos con el control son escasas. Además, hay algunos problemas algo frustrantes con los límites de las superficies que te dañan y es común ponerte en un extremo de una plataforma donde tu intuición te dice que es seguro y acabas perdiendo un corazón.

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A nivel gráfico, los chicos de Capcom han hecho un buen trabajo adaptando las píxeles del original a gráficos en alta definición. Se ha logrado adaptar el aspecto de unos personajes olvidados en los últimos 15-20 años al siglo XXI de una forma más que correcta y las localizaciones son muy variadas y gozan de cierta personalidad propia. El punto débil de este apartado reside en la diversidad de animaciones que es insuficiente. En general, mientras tenemos el control del protagonista, todo fluye razonablemente bien pero, en los diálogos, estamos ante uno de esos juegos que sufren de no ser capaces de proporcionar las animaciones adecuadas a sus personajes en función de sus sentimientos. Existe una importante barrera entre el texto y sus acciones.

La banda sonora, por su parte, es suficientemente variada para acompañarnos a lo largo de nuestra aventura. Piezas con un gran foco en la parte rítmica de la composición para que den esa sensación de continuidad en juego, independientemente del tiempo que inviertas en una fase, pero en las que se ha introducido un componente melódico suficiente para que resulten interesantes.

Lo mejor:

  • Personajes y escenarios bien adaptados a la HD.
  • Los diferentes niveles de dificultad.
  • El respeto que muestra por el original.

Lo peor:

  • Escasa duración.
  • No resulta rejugable en exceso.

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Jugabilidad: 6.5
Gráficos: 7
Sonido: 6
Satisfacción: 6.5

Análisis

Ducktales: Remastered es un título para nostálgicos que echen de menos los juegos de plataformas clásicos, aunque no tiene la variedad de mecánicas que esperan los usuarios del siglo XXI. Aun así, ofrece un buen lavado de cara para un clásico de los ochenta.