Análisis Splinter Cell: Blacklist

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Ágil, implacable y letal. Sam Fisher vuelve con la entrega de Splinter Cell más completa hasta la fecha
Por Manuel Gimeno 14 agosto, 2013

El mundo del espionaje siempre ha contado con una gran tradición de obras culturales que han imaginado escenarios emocionantes, oscuros y sorpresivos. El poder que guarda aquello que se asemeja oculto y prohibido para el imaginario colectivo cuenta con una atracción natural que motiva sensaciones diferentes a las de otros géneros. Conspiraciones a gran escala, terroristas sangrientos a sueldo de una gran potencia o traiciones tan familiares como lo puedan las de nuestros compañeros de armas copan la lista de principales argumentos, cuyos matices acaban otorgando un carácter único en cada ocasión.

Con todo esto, tal vez en el mundo del ocio digital se haya mostrado la vertiente más espectacular de este tipo de historias. En parte porque la interacción abre puertas que el cine y la literatura no pueden abrir -aunque tengan otros pasillos mucho más trabajados- o porque moldear un contexto sea tan sencillo como hacer volar la imaginación, lo cierto es que podríamos encontrar varios ejemplos de sagas que nos han hecho meternos en la piel de fantasmas hechos soldados en multitud de ocasiones.

Una de estas historias, uno de estos héroes anónimos lleva la enseña de Tom Clancy y sus recursos literarios, pero también de Ubisoft y el trabajo simultáneo de varios estudios a través del mundo, como es habitual en el proceso creativo de la editora francesa. Sam Fisher está de vuelta después de haber pasado por Xbox 360 en una aventura exclusiva que supuso un cambio abismal en la concepción que se tenía de la franquicia, pero también de un espía que se transformaba en alguien mucho más oscuro, y en consecuencia se convertía en un transmisor de sensaciones y emociones mucho más real.

Y es justo así como llegamos a Splinter Cell: Blacklist, y con él a la que podemos asegurar desde ya que es la entrega más completa de toda la saga en cada uno de los niveles en los que se adentra. Ubisoft Toronto ha logrado sacar a la luz todos los recursos posibles para mostrar el que desde ya supone el techo de esta franquicia, mostrando un equilibrio en toda su propuesta y una estructura perfecta entre todas las opciones que coexistirán difuminando las líneas de modos de juego otrora separados y poco cohesionados.

Con la alusión hecha al principio a la temática de las aventuras de espías, nos encontramos en esta ocasión con una mezcla bastante lograda que reúne características de las tres mentadas, y que servirá para que Sam Fisher pueda mostrar gran cantidad de las opciones de juego que dispone y de los estilos de lucha que puede emplear. Hay que decir que la historia sigue la línea trazada en Splinter Cell: Conviction, con lo que las referencias al anterior juego no se harán esperar demasiado.

En la misma introducción a la aventura descubriremos los planes iniciales de una organización que mediante el primer atentado plantea todos los sucesos posteriores que nos llevarán a recorren todo el mundo con tal de impedir sus propósitos. Su incursión en una base militar estadounidense les lleva a adquirir información privilegiada, así como a colocar la primera piedra sobre una serie de atrocidades que pondrán en jaque la estabilidad del gobierno norteamericano y la de sus ciudadanos.

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Porque la Lista Negra no es ni más ni menos que la serie de atentados que la organización Ingenieros, el grupo terrorista, irá realizando en diferentes partes del planeta con tal de desatar el miedo y el terror. De fondo, el castigo a la nación más poderosa del mundo por establecer centenares de miles de sus soldados por todas partes del mundo, exigiendo la retirada de todas las tropas en sus diferentes emplazamientos para que vuelvan a casa y pierdan así el control de las zonas más conflictivas.

Como toda lucha contra un enemigo invisible, o contra aquellos que se esconden sin un estandarte claro, el combate queda a cargo de los agente de élite o de los espías más cualificados para los sucesos delicados y conflictivos. Como es lógico, Sam Fisher se erige como principal punta de lanza para el contraataque, pero también como estandarte de una forma determinada de hacer las cosas, de la eficacia en combate y de los éxitos que siempre acompañan a aquellos que luchan por la causa justa.

Pero como referenciábamos el principio, Sam Fisher ha llevado a cabo su total transformación. Su nivel de decisión, su implacable fuerza y sus convicciones aumentan exponencialmente con la inercia que Conviction llevaba consigo, catapultando en esta entrega a un héroe con todos los recursos necesarios para detener los planes de los Ingenieros, liderando la división Fourth Echelon en un trabajo que deja ser solitario para acabar fructificando en equipo.

En este punto es donde se concentrará una de las mayores virtudes de Splinter Cell: Blacklist, pues estamos ante el que supone el centro de operaciones de toda esta aventura. Operando desde el Paladín, un enorme avión con la capacidad suficiente para abastecer a Sam de todo lo necesario para cada misión, encontraremos a aliados como Charlie o Anna Grimsdottir -además de otros integrantes- que serán la personalización de todas las opciones que podremos descubrir en este aeroplano de gran capacidad.

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La representación de las posibilidades de Splinter Cell: Blacklist, pero también el nexo de unión de todas sus opciones. El hecho de establecer una base móvil que reúna todos los modos de juego y todas las mejoras que puede realizar Sam sin para ello salir a un menú externo desde donde modificarlo todo, dota a la entrega de una inmersión superior que va acompañada de la comodidad que supone tenerlo todo al alcance de la mano. Similar incluso a lo que podríamos ver en juegos como Mass Effect, la nave supone algo más, un punto de tranquilidad previa a la batalla, un lugar en el que ponernos al día de los últimos acontecimientos y al sitio ideal para gastarnos nuestros recursos en mejorar la gran cantidad características con las que cuenta Sam Fisher.

De esta manera, en el Paladín tendremos acceso al control de mando o IME, una de las opciones más importantes a la hora de emprender cada una de las misiones. La Interfaz de Misión Estratégica es el núcleo del sistema de análisis de 4E para todos los potenciales objetivos de los Ingenieros, con lo que antes nosotros tendremos el nada del mundo con todas aquellas pruebas desbloqueadas, pero también el control de los amigos que tenemos en línea y la posibilidad de jugar con ellos en el modo Cooperativo o el ya clásico competitivo Espias vs Mercenarios.

Estas misiones irán acompañadas de una breve introducción con la dramatización de los responsables implicados, informándonos de la situación actual y de los diferentes objetivos que tendremos que conseguir en la incursión de turno, la extracción del rehén en cuestión o la infiltración para rescatar datos de valía que se nos proponga en el devenir del conflicto.

Pero además del gran acierto que supone la IME cono núcleo de administración jugable, la monetización con la que el juego cuenta en las misiones (que ahora pasaremos a describir) servirá para comprar mejoras en el avión que nos llevarán a adquirir nuevas habilidades para Sam en el campo de batalla, pero también a facilitar ciertas acciones o a modificar el propio traje de espía, desde las protecciones hasta el visor o las diferentes armas. Todo esto adquiriendo las mejoras necesarias en cabina, en el taller de Charlie, el centro de mando, la enfermería, el alojamiento de la tripulación o la zona de carga.

Aunque al final, pese a tener acceso a todo esto en cualquier momento, la acción y el sigilo acaban conformando la columna vertebral del juego, como no podía ser de otra manera. Dos formas de afrontar la interacción que serán recurrentes a lo largo de las diferentes misiones que conforman la historia principal, y que siguen -de nuevo- la línea de Splinter Cell: Conviction pero ampliando la cantidad de recursos.

Sam Fisher vuelve a entrar en acción con una agilidad de movimientos que ya exhibió en la entrega anterior, y que ve mejorada con varias acciones que facilitan la fluidez de la jugabilidad en varios puntos. A destacar queda principalmente su destreza para pasar de cobertura en cobertura, una acción que hemos visto ejemplificada en multitud de vídeos promocionales y a que a través de la versión definitiva del juego hemos podido comprobar su gran funcionamiento.

Ubisoft Toronto ha tratado de esforzarse en transmitir al jugador un control absoluto de las capacidades físicas de Sam Fisher, dando al jugador los comandos necesarios para que en cada momento use los recursos que crea convenientes para superar una determinada patrulla enemiga o para infiltrarse en la guarida objetivo. El movimiento automatizado que se produce al enfocar un parapeto es la representación perfecta de este hecho, así como también de la precisión que se dispone en cada una de las misiones en general.

Esto nos lleva directamente a hablar también del escenario, el lienzo hecho estructura jugable o tapiz estratégico en el que analizar la situación de unos enemigos con capacidades sensoriales bastante desarrolladas, mucho más de lo que hemos podido ver en juegos más recientes como el mismísimo Hitman: Absolution. Sam Fisher obedeciendo nuestras órdenes se enfrenta a todos ellos sabiendo que las reacciones que llevarán a cabo serán mucho más corrientes de lo que habitualmente son en estos títulos, buscando más la lógica para vencer un control a los límites de la inteligencia artificial como suele ocurrir en numerosas ocasiones.

Eso lo comprobaremos cuando veamos que su estado de alerta (similar al de Far Cry 3, por cierto) se dispara en determinadas ocasiones ante el más leve movimiento, o incluso cuando alguno de nuestros cachivaches o herramientas de distracción entran en juego. Las distancias son importantes y difíciles de medir

Gracias a este hecho, la amplitud de unos escenarios grandes y con cantidad de posibilidades para dejarse atravesar será la simbiosis perfecta ante una inteligencia artificial que encontramos a la altura de las circunstancias. Un recorrido determinado no garantiza el esquive de estos enemigos, por supuesto que no, pero la buena combinación de las reacciones lógicas esperadas y las habilidades físicas de Sam Fisher para escalar a través de ciertas zonas hacen del recorrido algo totalmente imprevisible, o al menos tanto como el funcionamiento de nuestro análisis de la situación.

Pero como además de todo tenemos la posibilidad de elegir el modo en el que superar estos problemas, el juego será capaz de adaptarse al estilo de combate que deseemos emplear, incentivando, eso sí, el sigilo -y la dificultad, obviamente- por encima de cualquier otra cosa, pero sin negar la posibilidad de arremeter contra todos a puro melé.

Así pues, al acabar cada una de las misiones que nos pueden llevar cerca de una hora entera completar, el juego nos dispondrá de la puntuación total acorde a lo que hayamos realizado. Esta puntuación se verá dividida en Fantasma si no nos detectan y usamos técnicas no letales; Pantera, si somos implacables con el enemigo y no nos dejamos ver; o Asalto, si decidimos emprenderla a tiros con todo lo que se mueva, asumiendo el riesgo que supone estar expuesto al punto de mira enemigo.

Junto a este estilo de juego entrará en conflicto la dificultad, que esta vez tiene una importancia fundamental, sobre todo por lo bien calibrada que se presenta. No sólo afecta directamente al daño que hacemos y que recibimos, sino que también va eliminando algunas de las ventajas con las que contaremos gradualmente, como puede ser la capacidad de los visores sónicos, la munición al verse mermada o los sentidos de los enemigos que se convierten en algo mucho más sensible al seleccionar un nivel superior.

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Pero además de todo Splinter Cell: Blacklist sigue ofreciendo calidad en sus vertientes online, tanto en la actuación conjunta apoyada en un compañero como con la competitiva y ya clásica entre Espias vs Mercenarios. Como hemos dicho anteriormente, todo estará integrado desde el avión Paladín, con lo que alcanzar cualquier de estas opciones de juego podrá realizarse difuminando la línea que separa muchas veces modalidades de juego a priori totalmente distintas.

El modo cooperativo nos permitirá luchar junto con nuestro compañero (a pantalla partida u online) en varias misiones propuestas a través del IME, con un funcionamiento algo diferente al normal, pues habrá que estar pendiente de la vida que tenga nuestro aliado y de su condición para no perderlo en la batalla. Además, el medidor de ejecución (una habilidad para ejecutar automáticamente enemigos que se recarga con acciones sigilosas), será conjunto, con lo que la coordinación deberá ser lo suficientemente elevada para partir con semejante ventaja.

Pero aquí no acaba la historia, pues Espias vs Mercenarios ofrecerá un innovador marco en el que emplear muchas de las habilidades anteriormente vistas en la campaña en solitario o en el cooperativo, pero con un cruce de reglas un tanto peculiar. Los espías nos ofrecerán una experiencia en tercera persona, empleando la agilidad y la rapidez de movimiento más características de estos soldados. En cambio, con los mercenarios entraremos dentro de un sistema first person shooter que apoyará un poder y un arsenal muy superior al de los espías, pero con unos movimientos mucho más limitados.

En los cinco modos de juego que ofrece este apartado competitivo podremos explorar las posibilidades de cada uno de los bandos, que además contarán con clases diferentes de acuerdo a la función que vayan a desempeñar. El equilibrio nos parece muy adecuado y la innovación extremadamente buena como para suponer un aliciente y un complemente perfecto para las diferentes misiones de desarrollo en solitario o cooperativo con las que también cuenta la historia desde IME

Pero Splinter Cell: Blacklist no sería lo mismo sin un apartado gráfico y sonoro de tanta calidad como el que se nos muestra. El espectáculo lumínico que exhibe el juego está a uno de los mayores niveles que ofrece la generación, sin ningún tipo de duda. Era difícil imaginarse que un motor tan usado en gran cantidad de juegos fuera capaz de sorprender estas alturas, pero así ha sido.

Las texturas que muestra Sam o la mayoría de personajes principales está lo suficientemente trabajada como para que diferencia muchas de las partes de un traje que cambia contantemente de acuerdo a las mejoras que le vayamos implementando. Pero más que este hecho, que puede recibir un desempeño mayor, los enemigos se muestran con una consistencia importante, no dejando en segundo plano las capacidades gráficas de actores que tal vez podrían ser secundarios, pero que sin una buena representación se perdería la calidad general.

Pero si algo destaca en el juego es la plasticidad de unas animaciones muy trabajadas que se han llevado a cabo un sistema de captura de movimientos que Ubisoft ha mostrado en varios vídeos promocionales. El empleo de esta tecnología ha permitido que gocemos de un Sam Fisher realmente humano, con la imponente fachada de aquel que muestra movimientos convincentes y desgarradores. Una fuerza en la representación que canaliza el convencimiento de nuestro héroe, pero que sobre todo acaba por ofrecer el repertorio de golpes de noqueo y ejecución que tiene para acabar con todo aquel que se interponga en su camino.

Por último, nos encontramos ante un trabajo sonoro realmente magnífico, con una banda sonora que se deslice en nuestros oídos grácilmente, cambiando de forma correcta los momentos más tensos de los que no lo son tanto. Sin embargo, el doblaje también destacada sobremanera, con el enésimo gran trabajdo de Ubisoft en sincronización labial y de doblaje. Algo que convierte a la editora en una de las que más empeño pone a la hora de contextualizar cualquier propuesta.

Con todo esto nos encontramos con la mejor aventura de Sam Fisher hasta ahora, cumpliendo con todas y cada una de las expectativas que el juego desató desde su espectacular anuncio hace unos años. La inclusión de nuevas herramientas de espionaje, armas, la agilidad en los movimientos y las animaciones, hacen que la propuesta alcance un nivel extraordinario, muy bien complementado con las vertientes multijugador cooperativo y competitivo que posee el juego.

Pero sobre todo nos alegra que la tendencia a difuminar modalidades de juego se haya llevado a cabo. Algo que es novedoso de la siguiente generación, pero que Ubisoft Toronto ha querido implementar de forma correcta desde ya. El juego se integra perfectamente en todas sus propuestas, y construye todo una serie de argumentos bien equilibrados que dan sentido a todas sus ambiciones.

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Jugabilidad: 9.5
Gráficos: 9
Sonido: 9
Satisfacción: 9.5

Análisis

Splinter Cell: Blacklist se convierte desde ya en el juego más completo de la franquicia. La inteligencia artificial enemiga, como la agilidad en las acciones y todos los recursos hechos armas y artilugios sustentan la propuesta de espionaje. Además, la integración del multijugador cooperativo y competitivo es total, con una solución realmente ingeniosa que sella una aventura imprescindible para los amantes de la acción y el sigilo.